Una nueva y controversial tendencia ha tomado por asalto las plataformas digitales en varios países de Latinoamérica, especialmente en regiones como Perú, Ecuador, México y Honduras: el llamado “Registro Nacional de Infieles” (RNI), que comenzó como un simple archivo de Excel y ha evolucionado a páginas web y formularios colaborativos. Este fenómeno busca identificar y exponer públicamente a personas (principalmente hombres) que supuestamente han engañado a sus parejas.
Funcionamiento y Viralidad del Fenómeno
La iniciativa surgió originalmente en Perú bajo el nombre de “La lista negra de las girls” y rápidamente se replicó gracias a la facilidad con la que las redes sociales, como TikTok y X, permiten la difusión masiva de contenido. En esencia, funciona como una base de datos donde cualquier usuario puede publicar de manera anónima información personal (nombres, ocupación, edad, ciudad e incluso fotografías) y un relato detallado sobre una supuesta infidelidad.
La plataforma o archivo, que carece de cualquier verificación oficial o respaldo, atrae a miles de internautas por la curiosidad y la promesa de “proteger” a otras personas de posibles engaños. Sin embargo, diversos medios de comunicación y expertos legales han advertido que el sitio web del RNI en algunas versiones incluso indica que “la mayoría del contenido es inventado con fines de entretenimiento”. A pesar de esta advertencia, el número de historias acumuladas es significativo, mostrando el gran interés que ha despertado.
Riesgos Legales y Éticos
La rápida expansión de esta práctica ha encendido serias alarmas en el ámbito legal. Especialistas en derecho penal y digital señalan que la divulgación de datos personales y la exposición pública de acusaciones sin verificar pueden incurrir en delitos como difamación agravada e infracciones a la Ley de Protección de Datos Personales en muchos países.
El principal riesgo radica en la falta de mecanismos para comprobar la veracidad de los señalamientos, abriendo la puerta a venganzas personales, calumnias o la exposición de personas inocentes. Aunque la infidelidad no es un delito, la acción de publicar y difundir información injuriosa o sensible sobre la vida íntima de un tercero sí puede acarrear responsabilidades penales para quien llena el formulario, así como para quienes comparten o reproducen estos archivos.
Este debate subraya la necesidad de reflexionar sobre los límites éticos y legales del escarnio público en la era digital, donde la línea entre el desahogo personal y la comisión de un delito se vuelve peligrosamente delgada.
