Aunque hoy en día el 25 de diciembre es una fecha inamovible en gran parte del mundo, el origen de esta celebración es una mezcla fascinante de historia, política y religión. Curiosamente, la Biblia no menciona el día ni el mes exacto del nacimiento de Jesús de Nazaret. De hecho, los primeros cristianos no solían celebrar los cumpleaños, centrándose más en la importancia de la Pascua y la Resurrección.

La elección de esta fecha se consolidó en el siglo IV. El registro más antiguo de la Navidad celebrada un 25 de diciembre aparece en el Cronógrafo del año 354, un calendario romano. Fue el Papa Julio I quien, cerca del año 350 d. C., estableció oficialmente este día para la festividad. La decisión no fue azarosa; respondió a una estrategia para facilitar la conversión de los ciudadanos del Imperio romano al cristianismo.
En aquella época, los romanos celebraban las Saturnales (en honor a Saturno) y el Sol Invictus (Natalis Solis Invicti), que conmemoraba el renacimiento del sol tras el solsticio de invierno. Al superponer el nacimiento de Jesucristo con estas festividades solares, la Iglesia buscaba sustituir los ritos paganos por una celebración cristiana, aprovechando que el simbolismo de la luz ya estaba presente en ambas tradiciones.
