Paso tanto tiempo con dolor y jamás llego a pensar cual era la razón, de no ser por una prueba de Covid, probablemente esta mujer aun seguiría con problemas respiratorios.
Desde hace 37 años, Mary McCarthy, una empleada de la cocina de un hospital en Nueva Zelanda, ha sufrido dolores en la parte derecha de la nariz. Con el pasar de los años la mujer se fue acostumbrando a esta condición que, al ser muy extraña, nadie le había podido dar una causa; y se resignó a pensar que el resto de su vida no podría respirar con normalidad.
Fue en 2020 que su vida cambió, gracias a una prueba PCR. McCarthy se realizó una prueba de hisopado en octubre pasado ya que era un requisito para todo el personal del hospital, en medio de la pandemia de coronavirus. Tras la prueba empezó a sentir dolores agudos en la nariz, peores que los que tenía antes, seguidos de una serie de problemas sinusales.
“Mi nariz goteaba constantemente y tenía mucho dolor”, dijo al medio Stuff.
Los médicos atribuyeron estas dolencias a una enfermedad crónica de los senos paranasales y le recetaron medicación. No obstante, los dolores regresaron y Mary optó por acudir al departamento de urgencias del hospital donde trabaja, dispuesta a llegar al fondo del dolor que le había estado molestando toda la vida.
Los médicos ya sospechaban que aquello podría ser algo más que una infección, por lo que le preguntaron si de pequeña se había metido algo a la nariz. Más tarde le hicieron una tomografía computarizada y se llevaron una sorpresa: efectivamente había un objeto grande incrustado en la parte superior de su nariz. Mary fue llevada al quirófano y durante la intervención quirúrgica, los médicos tuvieron que empujar el objeto por el canal de la nariz para extraerlo por la boca.
Se trataba de una ficha de juego de mesa. Durante 37 años, Mary había tenido este curioso objeto bloqueándole la respiración y la prueba PCR había logrado que se desprenda y desencadene una infección. Cuando los médicos le preguntaron a la mujer cómo había llegado aquella ficha ahí, ella explicó que cuando tenía ocho años, junto a sus hermanos pasaba horas practicando juegos de mesa.