La historia del deporte está repleta de momentos icónicos dentro del terreno de juego: canastas sobre la bocina, goles agónicos, saques directos imponentes. Pero también existen decisiones trascendentales que se toman fuera de las canchas, en las oficinas y salas de negociación, que moldean legados y redefinen el panorama comercial del deporte. Una de esas jugadas maestras, aunque en su momento generó sorpresa y hasta incredulidad, fue la decisión de Roger Federer de rechazar un contrato de renovación con Nike por la astronómica suma de 100 millones de dólares y embarcarse en una aventura con una marca relativamente desconocida en el mundo del tenis: Uniqlo.

A mediados de 2018, el mundo del tenis y del marketing deportivo se detuvo. Federer, el embajador por excelencia de la elegancia y el rendimiento, el hombre que había personificado la marca de la “pipa” durante más de dos décadas, anunciaba su cambio de indumentaria. La noticia resonó con fuerza, no solo por la magnitud de la cifra rechazada, sino por la aparente audacia de apostar por una marca sin la misma tradición tenística que Nike.

En retrospectiva, la decisión de Federer se revela como mucho más que un simple cambio de patrocinador. Fue una declaración de intenciones, una apuesta por la libertad creativa y, quizás lo más importante, una visión a largo plazo que trascendía los números inmediatos. Si bien 100 millones de dólares representan una fortuna innegable, la oferta de Uniqlo, aunque significativamente menor en términos monetarios directos, ofrecía algo que para un atleta en la etapa crepuscular de su carrera resultaba invaluable: un contrato de diez años que garantizaba su imagen y su influencia mucho más allá de su retiro de las canchas.


Nike, históricamente centrada en el rendimiento y la vanguardia tecnológica, quizás no vislumbró el valor perdurable de la marca “Federer” una vez que sus días como jugador activo llegaran a su fin. Uniqlo, por otro lado, entendió que Federer era más que un tenista; era un icono global, un símbolo de clase y longevidad, cuya imagen seguiría siendo relevante durante años.
Hoy, aunque Federer ya no deslumbre con su raqueta en los grandes estadios, su asociación con Uniqlo sigue vigente, demostrando la visión acertada de ambas partes. La jugada maestra fuera de la cancha no solo aseguró el futuro financiero del astro suizo, sino que también redefinió la manera en que las marcas y los atletas icónicos pueden construir relaciones duraderas y mutuamente beneficiosas, trascendiendo los límites del deporte mismo. La decisión de Federer fue un recordatorio de que, a veces, renunciar a una gran suma inmediata puede abrir las puertas a un legado aún mayor y más perdurable.