La realidad es que el crecimiento de las uñas depende tanto de la genética como de los cuidados diarios que les damos. Por eso, más que buscar soluciones rápidas, lo ideal es adoptar hábitos que fortalezcan la uña desde la raíz.

Un primer paso clave es mantener una alimentación equilibrada. Nutrientes como la biotina, presente en el huevo, la avena y las almendras, favorecen el crecimiento y la dureza de las uñas. También el hierro y el zinc ayudan a evitar que se quiebren fácilmente. Hidratar las cutículas con aceites naturales —como el de almendra o el de coco— es otro hábito sencillo que estimula el crecimiento, ya que mejora la circulación en la matriz de la uña.
El cuidado externo también marca la diferencia: usar guantes al lavar los platos, no abusar de los esmaltes semipermanentes y limar suavemente en una sola dirección evitará que las uñas se partan. Un truco casero recomendado es remojarlas en agua tibia con unas gotas de aceite de oliva durante 10 minutos, dos veces por semana.
Como señala el portal especializado Healthline: “El crecimiento saludable de la uña depende de una combinación de buena nutrición y protección frente a daños externos”. Y en palabras de la dermatóloga española Aurora Guerra (Revista Española de Dermatología): “Las uñas frágiles no son solo un tema estético; suelen reflejar carencias nutricionales o malos hábitos de cuidado”.
Con paciencia y constancia, tus uñas no solo crecerán más rápido, sino que también estarán más fuertes y brillantes, listas para lucirse de forma natural o con tu esmalte favorito.