Historias de sangre, fantasmas y una boda maldita inundan los entresijos de la aterradora mansión.
El castillo Idiarte Borda es una vieja mansión situada en la ciudad de Montevideo, Uruguay, que mandó construir el entonces presidente Juan Bautista Idiarte Borda (1894-1897), residencia que nunca llegó a ocupar, pues fue asesinado antes de verla terminada.
“Es un lugar con demasiada historia como para no sentir nada”, confiesa en una conversación con el psicólogo social uruguayo e investigador en culturas populares de América Latina Néstor Ganduglia sobre las sensaciones que emana esta casa.
En la comunidad montevideana, se conocen muy bien las leyendas urbanas que giran en torno de esta antigua estructura -incluso se hacen tours paranormales-, como por ejemplo la de doña Matilde y las visitas de su esposo ultimado.
Era 25 de agosto de 1897. Idiarte Borda salía de la misa celebrada en la catedral de Montevideo con motivo del aniversario de la Independencia del país, cuando, camino a la Casa de Gobierno, fue abordado por un joven “que le destrozó la garganta de un balazo prácticamente a quemarropa”, cuenta Ganduglia.
El magnicidio, único en la historia de Uruguay, marcó la prensa y los libros del país, pero también la casa que Idiarte Borda había mandado construir pocos años antes y de la que nunca pudo disfrutar, aunque sí su esposa, doña Matilde.
“Fue ella (doña Matilde) quien empezó a afirmar, unos cuantos años después, que todavía veía a su marido caminando por los pisos superiores y, sobre todo, por la torre de la casa”, relata el investigador.
“Discutidísimo” presidente, Idiarte Borda fue elegido constitucionalmente, inició la construcción del nuevo puerto de Montevideo y fundó el Banco de la República Oriental del Uruguay, principal entidad bancaria del país, pero había tenido una “destacada actuación” en gobiernos militares anteriores.
De origen vasco, el mandatario tenía fama de “cabeza dura”.
“No me extrañaría que todavía ande por ahí empeñado en ocupar la casa que tanto esfuerzo le implicó”, apunta Ganduglia.
Tras el fallecimiento de doña Matilde, la casa estuvo muchos años desocupada y fue testigo de “algún hecho de sangre en situaciones muy confusas”, admite el experto, ligado con intrusos o delincuentes que usaron el edificio como lugar de escondite.
Asimismo, algunas teorías y vecinos que aseguran haber oído “ruidos de cadenas” apuntan a que las viejas habitaciones ocultas de la mansión podrían haber servido como sitio de detención e interrogatorio durante la última dictadura uruguaya (1973-1985), aunque “no hay ninguna prueba concreta”, admite el psicólogo social.
“Todo parece indicar que algún tipo de actividad vinculada con lo autoritario, lo militar, la tortura, la detención ilegítima, etc, se realizó en esa casa porque la memoria de los vecinos insiste una y otra vez de muchas maneras distintas en eso”, añade.
Finalmente, una organizadora de eventos se hizo con el lugar. Una mansión amplia, histórica y con un verde jardín se convirtió en el sitio ideal para celebrar fiestas.
A principios de los años 2000, la empresa organizó una de sus bodas, a la que acudieron vecinos del barrio de Colón, donde se ubica el castillo, señala Ganduglia.
Según los testimonios rescatados por el investigador, el personal de servicio empezó a sentir cosas extrañas. Pero la peor parte se la llevó la novia.
“En algún momento, (la novia) fue al baño a retocarse el maquillaje y, segundos después, se escuchó un grito que puso la sangre helada al casamiento entero. Paralizó todo, y la novia salió llorando a gritos del baño y gritando que había un hombre completamente envuelto en sangre en el baño”, narra.
Allí no había nadie, pero esa fue la última boda que albergó el castillo Idiarte Borda, según Néstor Ganduglia.
La Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación convirtió en 2012 al castillo, Monumento Histórico Nacional y Patrimonio Arquitectónico, en su sede, después de que una sociedad panameña intentara, sin éxito, la venta del palacio a las autoridades uruguayas.
Dicha sociedad, relacionada con el excomisario de Policía español José Manuel Villarejo, que cumple prisión provisional en su país como sospechoso de varios casos de corrupción, acordó la cesión del espacio hasta el próximo 4 de octubre para un uso cultural.
Desde hace unos años, un grupo de vecinos del barrio intentan salvar esta edificación de estilo neoclásico y aspecto “hollywoodense” organizando actividades culturales, a algunas de las cuales Ganduglia ha sido invitado.
“Todo el entorno y el propio edificio son de una belleza y de una fastuosidad infrecuentes en una ciudad como Montevideo”, concluye.