Cada vez que las luces se apagan en una sala de cine y comienza una película de miedo, el espectador se adentra en un territorio donde la ficción parece rozar lo imposible. Pero algunos investigadores y aficionados al esoterismo sostienen que estas producciones no son simples historias para asustar: podrían funcionar como portales hacia otras dimensiones.
La teoría parte de un principio inquietante: las emociones intensas generan energía. El miedo, al ser una de las más primitivas, liberaría una vibración capaz de abrir grietas entre nuestra realidad y planos alternos. Así, escenas cargadas de violencia sobrenatural o rituales ficticios podrían actuar como invocaciones involuntarias, especialmente cuando millones de personas concentran su atención en ellas al mismo tiempo.

Existen anécdotas que alimentan esta creencia
Actores que escuchan voces en los sets, cámaras que se apagan misteriosamente al grabar secuencias de exorcismos y espectadores que aseguran ver figuras en los reflejos de la pantalla. ¿Coincidencias técnicas o señales de que algo más se manifiesta cuando la ficción imita demasiado bien a lo oculto?
Una llave que abre brechas momentáneas hacia mundos invisibles, donde nuestras pesadillas dejan de ser simples imágenes y se convierten en realidades que nos observan desde el otro lado de la pantalla.
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