La ciudad de Lincon se ha visto conmocionada ante el brutal final de Holly Bramley, un crimen que casi parece sacado de una serie.
La brutalidad con la que Nicholas Metson acabó con la vida de su esposa, Holly Bramley, en marzo de 2023, estremeció a la ciudad de Lincoln, Inglaterra. Holly, de 26 años, fue asesinada en el departamento que compartía con Metson en Stamp End. Según se supo en el juicio finalizado días atrás, el ataque fue despiadado: Metson la apuñaló al menos cuatro veces antes de desmembrar su cuerpo en más de 200 piezas.
Pero el horror no terminó ahí. Con una frialdad que solo puede calificarse de aterradora, Metson no se apresuró a ocultar los restos de Holly. Durante una semana, los guardó en la despensa de la cocina, el lugar donde alguna vez compartieron cenas y risas, ahora convertido en una macabra tumba temporal.
Mientras tanto, elaboraba meticulosamente un plan para encubrir su crimen: utilizó la cuenta de Facebook de Holly para enviar mensajes a sus amigos, haciéndoles creer que ella había decidido dejar todo atrás y mudarse a Manchester. No contento con esta farsa, incluso accedió a la cuenta bancaria de su esposa y se transfirió dinero.
Desesperado por deshacerse de los restos de Holly, según reveló en el juicio, recurrió a Joshua Hancock, un antiguo amigo de la escuela. Hancock, un hombre con un historial de delitos menores y una vida en la que el dinero nunca abundó, fue fácil de manipular. Por la irrisoria suma de 50 libras (USD 65), Hancock aceptó ayudar en lo que Metson describió vagamente como un “trabajo”. No tenía idea de que estaba a punto de sumergirse en un abismo de horror inimaginable.
Juntos, en una noche que quedaría grabada en la memoria de ambos, se deshicieron de las partes del cuerpo de Holly, arrojándolas al río Witham con la esperanza de que la corriente y el tiempo borraran para siempre la evidencia del brutal asesinato.
La confesión reciente de Metson sobre el pago a Hancock fue un giro crucial en el caso. Durante el juicio, Metson admitió haber pagado a su amigo para que lo ayudara a encubrir el crimen. Reveló cómo había comprado grandes cantidades de productos de limpieza para borrar cualquier rastro de lo ocurrido en el apartamento.
A pesar de sus intentos, cuando la policía llegó al lugar tras recibir un aviso sobre la desaparición de Holly, el olor penetrante de amoníaco y lejía, junto con las manchas de sangre en las sábanas y la presencia de una sierra en la cocina, dejaron claro que algo terrible había sucedido. Metson intentó despistar a los agentes, afirmando que Holly había salido con un grupo de apoyo para la salud mental, e incluso bromeó diciendo que podría estar “escondida bajo la cama”. Pero las evidencias en su contra eran abrumadoras.
Aunque Hancock alegó que no comprendía plenamente en lo que estaba involucrándose cuando aceptó la oferta de Metson, el tribunal fue implacable y fue sentenciado a tres años y tres meses de prisión por obstrucción a un forense, además de enfrentar cargos por delitos no relacionados, como intento de comunicación sexual con un menor y posesión de drogas.
La confesión de Metson, aunque esperada, no disminuyó la conmoción que causó en la comunidad de Lincoln. Fue sentenciado a cadena perpetua, con un mínimo de 19 años antes de ser elegible para la libertad condicional.